No es lástima. Cuando las personas sienten lástima de sí mismas, se ven inmersas en sus propios problemas y se olvidan que los demás tienen problemas similares. No hacen caso de sus interconexiones con otras personas, y creen que son los únicos en el mundo que están sufriendo. La pena y la lástima ponen de relieve que existen sentimientos egocéntricos de separación de los demás, que exageran la magnitud del sufrimiento personal. Sin embargo, la autocompasión le permite a uno ver las experiencias relacionadas con el “yo y el otro” sin tales sentimientos de aislamiento y desconexión. Asimismo, los individuos que sienten lástima de sí mismos, a menudo se dejan llevar (son más manipulables) y se ven cada vez más envueltos en su propio drama emocional: no pueden dar un paso atrás y adoptar un punto de vista más equilibrado y objetivo. En contraste con esta visión, encontramos la autocompasión: mediante la adopción de una perspectiva más compasiva hacia uno mismo, se proporciona el "espacio mental" necesario para reconocer el amplio contexto humano de la propia experiencia y para poner tales vivencias en una perspectiva más amplia. ("Sí, es muy difícil lo que estoy pasando en este momento, pero hay muchas otras personas que están pasando por un sufrimiento mucho mayor. Quizá, no vale la pena estar tan molesto por...").
No es auto-indulgencia. La autocompasión es también muy diferente de la auto-indulgencia. Muchas personas dicen que se resisten a ser autocompasivas, porque tienen miedo de dejarse llevar por cualquier impulso. "Como hoy estoy estresado, para ser amable conmigo mismo voy a ver la televisión todo el día y comer un kilo de helado." Esto, sin embargo, es auto-indulgencia, no autocompasión. Recuerda que ser compasivo con uno mismo implica que quieres ser feliz y tener salud, también a largo plazo. En muchos casos, cuando nos damos placer, podemos llegar a perjudicar nuestro bienestar (por ejemplo: tomar drogas, comer en exceso, ser un adicto a la televisión), mientras que darse salud y felicidad duradera, a menudo implica un cierto grado de descontento (por ejemplo, dejar de fumar, hacer dieta, hacer ejercicio). Las personas suelen ser muy duras consigo mismas cuando se dan cuenta de que quieren cambiar algo, porque piensan que podrían llegar a avergonzarse de sí mismas (enfoque de auto-flagelación). Sin embargo, este enfoque a menudo resulta contraproducente si uno no puede hacer frente a las verdades más difíciles sobre sí mismo, porque tiene demasiado miedo de llegar a odiarse si lo hace. Por lo tanto, las debilidades pueden permanecer ocultas (sin acuse de recibo) en un intento inconsciente de evitar la auto-censura. Por el contrario, la atención plena intrínseca a la compasión, proporciona una poderosa fuerza motivadora para el crecimiento y el cambio, a la vez que también proporciona la seguridad necesaria para ver el “yo” con claridad y sin miedo a la auto-condenación.